
Sofía, la Pequeña Gran Bombera
A Sofía le encantaba disfrazarse. Su disfraz favorito era el de bombera, con un casco rojo brillante y una manguera de juguete. "¡Ñiiiuu, ñiiiuu! ¡Aparten, que llega la bombera Sofía!", corría por el pasillo.
Un día, mientras jugaba en el jardín, escuchó a su vecino, el señor Pepe, muy preocupado. "¡Misi, Misi! ¡Baja de ahí, gatito travieso!" Misi, el gatito blanco del señor Pepe, se había subido a la rama más alta de un árbol y no sabía cómo bajar. Maullaba asustado.
Sofía vio la oportunidad perfecta. "¡No se preocupe, señor Pepe! ¡La bombera Sofía al rescate!" Corrió a por su casco y su manguera.
"Hummm, ¿cómo bajaré a Misi?", pensó. La manguera de juguete no servía. Miró a su alrededor. Vio la escalera pequeña que usaba papá para coger manzanas. "¡Ya sé!", exclamó.
Con ayuda del señor Pepe, colocaron la escalera con cuidado contra el tronco del árbol. "Señor Pepe, usted es más alto. ¿Puede subir a por Misi?", preguntó Sofía. "¡Claro, bombera!", dijo el señor Pepe, siguiendo el juego.
El señor Pepe subió despacito y con mucho cuidado alcanzó a Misi. El gatito se acurrucó en sus brazos, aliviado. Cuando bajaron, Sofía acarició a Misi. "Ya estás a salvo, pequeño." El señor Pepe le dio las gracias. "¡Has sido una gran ayuda, bombera Sofía! ¡Muy valiente e inteligente!"
Sofía se sintió muy orgullosa. No había usado su manguera, pero había ayudado a pensar en una solución. Ser bombera no solo era tener un casco rojo, ¡sino también ayudar a los demás!

