
El Viaje del Tren Chu-Chú
Chu-Chú era un trenecito de madera muy alegre. Vivía en una caja de juguetes con muchos amigos: ositos, muñecas y bloques de construcción. Pero Chu-Chú soñaba con algo más. Quería viajar, ver montañas altas, ríos brillantes y ciudades llenas de luces. "¡Chu-chúúú!", silbaba imaginando sus aventuras. "¡Algún día recorreré el mundo!"
Sus amigos juguetes lo escuchaban. "Pero Chu-Chú", decía el osito Pompón, "¿cómo vas a viajar si no tienes vías fuera de esta habitación?" Chu-Chú se ponía un poco triste, pero no perdía la esperanza.
Un día, la niña dueña de los juguetes, llamada Luna, decidió que iba a hacer una "gran limpieza". Sacó todos los juguetes de la caja. A Chu-Chú lo puso con cuidado sobre su mesita de noche. Esa tarde, Luna y su familia se preparaban para un viaje de vacaciones. ¡Iban a visitar a la abuela que vivía muy lejos, cerca de unas montañas!
Mientras Luna hacía su maleta, sin darse cuenta, Chu-Chú rodó un poquito y ¡plop!, cayó dentro de la maleta abierta, entre la ropa. Luna cerró la maleta sin ver a su pequeño tren.
A la mañana siguiente, Chu-Chú despertó en un lugar oscuro y apretado. ¡Estaba viajando! Oyó el ruido de un coche, luego de un avión... ¡Qué emoción! Cuando Luna abrió la maleta en casa de la abuela, ¡sorpresa! "¡Chu-Chú! ¿Cómo llegaste aquí?" Luna se rio y puso a Chu-Chú en la ventana de su habitación.
Desde allí, Chu-Chú vio por primera vez montañas altísimas cubiertas de nieve y un río que brillaba con el sol. ¡Era más hermoso de lo que había soñado! Aunque no recorrió el mundo entero, ese viaje inesperado fue la aventura más grande de su vida. Y aprendió que a veces, los sueños se cumplen de las formas más sorprendentes. ¡Chu-chúúú!