
Benito, el Conejo que Quería Volar
Benito era un conejo diferente. Mientras otros conejos soñaban con zanahorias jugosas y madrigueras calentitas, Benito soñaba con volar. Miraba a los pájaros surcar el cielo y suspiraba. "¡Ay, cómo me gustaría volar!"
Intentó de todo. Se ató plumas a las orejas y saltó desde un pequeño montículo. ¡PUM! Solo consiguió un chichón. Construyó unas alas con hojas grandes y ramas. ¡CRASH! Acabó en un matorral.
Sus hermanos se reían. "Benito, los conejos no vuelan. ¡Salta y corre, que es lo nuestro!" Pero Benito no se rendía.
Un día, una vieja lechuza sabia lo vio intentando saltar desde una roca alta. "Pequeño conejo", dijo la lechuza, "¿por qué tanto empeño en volar como un pájaro?" "Porque quiero sentir el viento en mis orejas y ver el mundo desde arriba", respondió Benito.
La lechuza pensó un momento. "Quizás no puedas volar con alas, pero hay muchas formas de sentirse libre y ver el mundo." Benito no entendió muy bien.
Al día siguiente, hubo una gran tormenta. El río creció mucho y algunos animalitos pequeños quedaron atrapados en una isleta. Nadie se atrevía a cruzar la corriente. Benito era el conejo más rápido y ágil del bosque. Miró la distancia, calculó sus saltos. Tomó carrerilla y ¡ZAS! ¡ZAS! ¡ZAS! Saltando de piedra en piedra, con una agilidad increíble, llegó a la isleta. Ayudó a los animalitos a cruzar de vuelta, guiándolos por el camino más seguro.
Cuando todos estuvieron a salvo, lo aclamaron. "¡Benito, eres un héroe! ¡Parecía que volabas sobre el agua!" Benito se sintió increíble. No había volado como un pájaro, pero al saltar con tanta fuerza y precisión, sintió el viento en sus orejas y una libertad maravillosa. Comprendió lo que la lechuza quería decir. Había encontrado su propia forma de "volar", usando sus talentos únicos. Y eso era mucho más emocionante.
Fin.